miércoles, 28 de septiembre de 2011

Los mandatos que condicionan la vida

Los mandatos que recibimos en la infancia son respetados por el adulto sin ser consciente de que sus elecciones más profundas están marcadas por ellos.


Según el "Análisis Transaccional" exiten seis mandatos que debemos revisar. Este método parte de la base de que el ser humano tiene potencialidades y cualidades (conscientes o inconscientes) mediante las que puede desarrollar sus capacidades en plenitud.


Todos podemos cambiar, ya que tenemos los recursos necesarios para ello, somos responsables y libres, y decidimos qué hacer con nuestras vidas, para bien o para mal.


Los mandatos son positivos cuando no condicionan la vida, sino que son utilizados de forma flexible por el adulto, por eso es importante empezar a revisar los mandatos que calaron en nosotros desde niños. Los seis mandatos que debemos revisar son:


- Date prisa: en este mandato, que implica la descalificación interna, subyacen frases como no podrás terminar a tiempo o llegarás siempre tarde a todo lo bueno de la vida.


- Sé fuerte: aquí la tendencia es a ocultar las emociones, sobre todo las que puedan significar debilidad, miedo, tristeza, ternura o necesidad de ayuda. Llorar es de mujeres. Hay que conseguirlo a cualquier coste.


- Sé perfecto: se confunde exactitud y precisión con el detallismo inútil. El adulto que ha recibido este mandato, o bien sufre constantemente porque "nada es perfecto", o se paraliza y no consigue sus objetivos por su nivel de autoexigencia.


- Sé bueno: es decir, "complace" para que te quieran, porque tú no eres valioso/a. Quienes reciben este mandato se olvidan de sí mismos y se adaptan a los deseos de los demás. No seas egoísta, piensa primero en los demás. Si no eres bueno/a irás al infierno.


- Esfuérzate: se valora más el esfuerzo que el resultado, con lo cual el adulto no consigue alcanzar los objetivos, porque eso no importa. También subyace una descalificación del tipo "no lo conseguirás, pero inténtalo".


- Ten cuidado: se estimula el miedo y la inseguridad, junto con la indecisión. Fijate antes de hacerlo, piensa antes de actuar.


Extraido del libro "Coahing: un camino hacia nuestros éxitos" de Viviane Launer

lunes, 26 de septiembre de 2011

El bambú japonés

No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante. También es obvio que quien cultiva la tierra no se impacienta frente a la semilla sembrada gritándole con todas sus fuerzas: !Crece por favor!.


Hay algo curioso que sucede con el bambú japonés y que lo transforma en no apto para impacientes: siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente. Durante los primeros siete años no vemos aparecer nada a tal punto que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles. Pero durante el séptimo año, en un periodo de sólo seis semanas, la planta de bambú crece más de 30 metros ¿Tardó sólo seis semanas en crecer? No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse.


Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento, que iba a tener después de siete años.


En la vida cotidiana, muchas veces queremos encontrar soluciones rápidas y triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que éste requiere tiempo.


De igual manera, es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creemos que nada está sucediendo y esto puede ser extremadamente frustrante.


En esos momentos hay que recordar el ciclo de maduración del bambú japonés y aceptar que en tanto no bajemos los brazos ni abandonemos por no "ver" el resultado que esperamos, sí está sucediendo algo, dentro de nosotros ... , estamos creciendo, madurando.

Clase de Yoga Abierta




Cuida tu cuerpo, relaja tu mente y experimenta la paz interior.

domingo, 25 de septiembre de 2011

La Mariposa

Un hombre encontró un capullo de mariposa y se lo llevó a casa para poder ver a la mariposa cuando saliera. Un día vió que había un pequeño orificio y entonces se sentó a observar por varias horas, mientras la mariposa luchaba por salir del capullo.



El hombre vio que forcejeaba duramente para poder pasar el cuerpo a través del pequeño orificio del capullo, hasta que llegó un momento en el que dejó de forcejear, pues aparentemente no progresaba en su intento y parecía que se había atascado. Entonces el hombre, bondadosamente, decidió ayudar a la mariposa y con una pequeña tijera coró un lado del orificio del capullo para hacerlo más grande. Así por fin, la mariposa pudo salir.


Sin embargo, al salir la mariposa tenía el cuerpo muy hinchado y unas alas pequeñas y dobladas.


El hombre continuó observando, pues esperaba que en cualquier instante las alas se estirarían y crecerían lo suficiente para soportar al cuerpo, que se contraería al reducirse la hinchazón.

Ninguna de las dos situaciones sucedieron, y la mariposa solamente podía arrastrarse en círculos con su cuerpecito hinchado y sus alas dobladas ... Nunca pudo llegar a volar.

Lo que el hombre en su bondad y apuro no entendió fue que la restricción de la apertura del capullo y la lucha de la mariposa para salir por el diminuto agujero, era la forma en que la naturaleza forzaba los fluidos del cuerpo de la mariposa hacia las alas, para que estuviesen grandes y fuertes para volar.

La libertad y el volar solamente podrían llegar luego de la lucha. Al privar a la mariposa de la lucha, también se le quitó su esencia.


Algunas veces las luchas son lo que necesitamos en la vida. Si se nos permitiese progresar por nuestras vidas sin obstáculos, nos convertiríamos en inválidos. No podríamos crecer y ser fuertes, ni ser nosotros mismos.


! Cuánta verdad hay en esto ! Cuántas veces hemos querido elegir el camino corto para salir de dificultades, tomando unas tijeras y recortando el esfuerzo para poder ser libres.


Necesitamos recordar que nunca recibimos más de lo que podemos soportar, y que a través de nuestros esfuerzos y caídas somos fortalecidos, así como el oro es refinado con el fuego.




Cuento extraido del libro "Coaching: un camino hacia nuestros éxitos" de Viviane Launer